
En nuestras actividades diarias nos movemos utilizando ciertas actitudes o hábitos posturales que muchas veces resultan ineficientes ya que irritan o lesionan determinadas estructuras corporales. Sin darnos cuenta, realizamos movimientos repetitivos, hay sobreesfuerzo muscular y articular e incluso estrés corporal.
Por ejemplo, las personas que pasan mucho tiempo de pie pueden experimentar dolores de espalda debido a la sobrecarga de las articulaciones en las vértebras lumbares y de los músculos dorsales para mantener la columna erguida. De igual modo, el entumecimiento de las piernas es causado cuando el retorno sanguíneo de la musculatura no actúa eficazmente ya que los fluidos tienden a acumularse por la dificultad de vencer la fuerza de gravedad. Un factor que ejerce una gran influencia sobre la postura.
¿Es alineada tu Postura?
Cuando hablamos de postura corporal nos referimos a la posición del cuerpo en el espacio, ya sea de pie, sentados, acostados o en movimiento. La postura equilibrada es aquella en la que huesos y articulaciones se encuentran sometidos al mínimo grado de tensión, se respetan los componentes del aparato locomotor y el consumo energético muscular es eficaz.
Para observar la postura global, trazamos una recta imaginaria en relación a la línea de gravedad y tomamos seis puntos de referencia: el tobillo, la rodilla, la cadera, los cuerpos vertebrales lumbares, cervicales y el oído externo. Cuando la distribución es óptima entre los puntos de referencia, se aprovecha al máximo la biomecánica de los huesos, se minimiza la fatiga muscular y se reparten adecuadamente las cargas sobre las articulaciones vertebrales.
Cuando los puntos de referencia se alejan de la situación óptima se produce un incremento de las cargas resultando en alteraciones biomecánicas. Así surgen la actitud escoliótica que genera mayor tensión en uno de los laterales del torso, la pelvis y las piernas; el adelantamiento de la posición de la cabeza que trae como consecuencia cervicalgias y dolor de hombros; la hipercifosis dorsal que provoca malestar en el tórax, degeneración discal temprana y posible compresión nerviosa, entre otras patologías. Dolores de espalda a la vista.
En todos estos casos, los músculos se adaptan modificando su tono –aumentan o disminuyen su volumen para desarrollar los niveles de fuerza y resistencia que son necesarios para las actividades diarias, perdiendo elasticidad, acortándose o debilitándose.
Toma conciencia de tu postura corporal
Existen diferentes métodos para trabajar la conciencia postural, como Yoga, Esferokinesis®, Técnica Alexander, Feldenkrais®, HannaSomatics® entre otros.
Este último es un sistema de reeducación neuromuscular que trabaja con diversos rangos de movimientos fáciles, fluidos y encadenados, seguidos con una mirada interior o en primera persona, que propone desarrollar secuencias naturales, liberando al cuerpo de tensiones y dolor.
Entonces ¿qué puedes hacer para mejorar tu postura y evitar que aumenten las alteraciones y dolores de espalda?
Conociendo qué zona de tu cuerpo se desplaza del eje de la gravedad, presenta exceso o falta de tensión muscular, trabajando con ejercicios específicos y con el cambio de hábitos o patrones posturales, se puede intervenir sobre los efectos que manifiesta el cuerpo al tomar conciencia de tu propio lenguaje corporal.
Sobre este tema daremos un curso el 19 y 20 de agosto, descargá el programa que profundiza y brinda las herramientas para resolverlo clickeando en el siguiente link:
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